¡Sí! ¡A a vos te hablo!
No te hagas el desentendido que no te queda bien.
Hijo de mala madre,
porque mala madre ha de ser la que es cómplice de tanta mentira
de tanta mierda, de tanto engaño.
La que se deja vaciar el cerebro y el corazón
mientras repite el guion que les atravesado en la boca.
La que habla por ti,
con vos quebrada, llena de miedo,
titubeando y sabiendo que está haciendo algo incorrecto.
Usas a quién te dio la vida para espantar los fantasmas de tu propia imundicia.
No es a mí a quién debes temer, no es a mí.
Yo ya no existo en tu presente.
Inexistente, imperceptible, invisible.
A resguardo, por fortuna, bien lejos de ti,
protegida y entera.
Bendecida.
Mal has aprendido a tratarnos...
Para ti todas las mujeres son débiles,
más serviles que obedientes, silenciosas, sumisas, resignadas,
incapaces de ser autónomas, valientes o innovadoras.
En tu vida las mujeres son insectos repugnantes que aplastas a tu paso,
no respetas a nadie, no escuchas a nadie que lleve faldas
o tenga mayor porcentaje de hormonas femeninas en su cuerpo.
Te crees dueño de la verdad, y no la conoces.
Dogmático y sectario, primitivo y enfermo.
Creí que estabas ciego, que estabas sordo, que estabas muerto.
O que una fuerza poderosa se había apoderado de ti:
Pero era sólo tu propia esencia manifestada.
Pobre mujer, infeliz de ella, que no ha podido tener ni un marido digno
ni un hijo que justifique sus esfuerzos, sus miserias y sus horas sin descanso.
Útero maldito donde germinó la semilla de la que saliste.
Maquiavélica elección:
volver con la esposa que dejaste, que engañaste,
que envenenaste de dolor hasta transformarla en lo que se ha convertido.
Tu mejor obra.
Tu mejor obra.
Buscabas un tesoro que no merecías
y que, por tanto, no obtuviste.
Aunque ella, en cambio, no es tonta, sabe por dónde ir,
te tiene en sus manos mientras tú crees que la puedes engañar:
hay que ver lo perversa que es. Está a tu altura.
Ahí tienes, una MUJER que sabe disfrazarse y te lleva de la nariz
al mismo infierno, el que te has ganado como destino final.
Despreciabas su vientre y engendrarás una vida ligada a ti.
Despreciabas sus lágrimas y las tuyas serán aún más amargas.
Dolor con dolor se paga.
La ley del Talión es inevitable.
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