Recuperando la memoria

Sentarse al fuego de las palabras, sentirlas vivas, chispeantes, capaces de actualizar ecos eternos y tiempos inexistentes.

Aquí tienes un lugar, que la rueda permite ampliarse y abrirse para que sientas tu espacio.

Que encuentres cobijo, mirada, escucha. Pero, sobre todo, que te encuentres...

enero 03, 2018

Desleal

No sea estúpida, ¿quiere?
No ha sido él, ha sido usted,
usted solita cada vez que cerraba los ojos
y miraba para adentro buscando el fragmento
que mejor le sentaba.
Hábrase visto, si era evidente,
aunque no lo quisiera ver.
Aquel sólo hacía lo mejor sabía,
ir a gatas, escudriñando,
calculando la distancia
antes de dar el zarpazo,
que no el último,
sino uno más,
a la vieja usanza
y con la fórmula conocida.
¿No ve?
Sistemático.
Constante.
Elocuente.
Que no, mujer, que no:
la  de la última palabra
sigue siendo usted.  

inevitable

Pasa de esta manera,
con la excusa del verano,
de la siesta,
de la pausa,
de la no obligación
y de la urgencia postergada.
Galopan las palabras,
se atropellan,
se descomponen,
vomitan,
echan chispas,
se desvanecen de llanto,
se acurrucan,
golpean,
repican,
titilan
y bordan extrañas conjeturas
imposibles de desenredar.
Como el encantamiento que no se ve venir
en la banca de Clarice. 

Ahí

Ha de tener un extraño morbo
escabullirse.
Eso de desaparecer sin dejar huellas
                        (aparentes).
Puesto que aquello que se manifiesta,
                                                        es
entonces lo que no se manifiesta
                                           también es
sin que casi nadie se dé cuenta.
Que no.
Qué más da.
Que aún en la pasividad del no estar,
                                            estando         
ahí,
                                             detrás
se descubre lo que aparece bajo la alfombra.
Estás.