Sant Felipe Neri, en Barcelona.
A resguardo, custodiada por almas en pena,
sombras en carne viva
y desangelados mutantes
que no son capaces de repetir,
día tras día, con insensata cordura
lo que muchos se inventan
para seguir pensando que todo está bien.
Sentirme nativa, originaria en tu paisaje,
hecha de ti, tú que estás
acorralada por todos los frentes
y aún das batalla y lo harás, eternamente.
Voy y vuelvo, me has dado pase libre,
por eso te quiero.
A medida que me acerco,
tiemblas,
se estremecen tus surcos
y hasta el musgo
palidece en orgasmo.
La fuente- inagotable para mí-,
inservible para casi todos.
Ahora llego a mojar mis manos
en los días en que salpicas silenciada
por la fiebre de los que pasan
invisibilizándote, incivilizamente.
No entienden nada, por eso no se detienen.
Quién no ha tenido una caracola entre los dedos
no es capaz de repetir el gesto, de cerrar los ojos,
y escuchar sin más.
Hasta el olor desagradable de la iglesia
se me hace presente pidiéndome que vuelva.
A resguardo, custodiada por almas en pena,
sombras en carne viva
y desangelados mutantes
que no son capaces de repetir,
día tras día, con insensata cordura
lo que muchos se inventan
para seguir pensando que todo está bien.
Sentirme nativa, originaria en tu paisaje,
hecha de ti, tú que estás
acorralada por todos los frentes
y aún das batalla y lo harás, eternamente.
Voy y vuelvo, me has dado pase libre,
por eso te quiero.
A medida que me acerco,
tiemblas,
se estremecen tus surcos
y hasta el musgo
palidece en orgasmo.
La fuente- inagotable para mí-,
inservible para casi todos.
Ahora llego a mojar mis manos
en los días en que salpicas silenciada
por la fiebre de los que pasan
invisibilizándote, incivilizamente.
No entienden nada, por eso no se detienen.
Quién no ha tenido una caracola entre los dedos
no es capaz de repetir el gesto, de cerrar los ojos,
y escuchar sin más.
Hasta el olor desagradable de la iglesia
se me hace presente pidiéndome que vuelva.
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