Mi niña, sigues siendo mía
con un tesoro de sonrisas, de amanecidas,
de abrazos interminables y de caminatas que nunca fueron suficientes.
Pequeña que eres mujer y dices te quiero
con la ternura de una niña que da los primeros pasos.
Buscas y no encuentras sin darte cuenta de lo que sucede.
Perdiste el mapa y el territorio ya no es el mismo.
Te has conformado y las palabras se han vaciado
y ahora dicen cosas que nadie entiende aunque aprueben
desencajados.
Qué has hecho, hija, por dónde marchas,
por qué no duermes,
por qué divagas,
por qué te pierdes,
por qué no has vuelto,
por qué no oyes,
por qué no hay paz en tus ojos
que apenas guardan ecos de muerte
que tienta al alma hacia el cadalso.
Hija, nonata.
Hija sin parto, sin llanto, sin tibieza, sin placenta,
sin movimientos, sin respiración, sin ojos abiertos,
sin puños cerrados, sin latidos.
Regresas en sombras y en estertores que se hacen lengua
que no comprendo.
El velo no me permite atravesarlo,
y tú me llamas gimiendo penas que has elegido.
con un tesoro de sonrisas, de amanecidas,
de abrazos interminables y de caminatas que nunca fueron suficientes.
Pequeña que eres mujer y dices te quiero
con la ternura de una niña que da los primeros pasos.
Buscas y no encuentras sin darte cuenta de lo que sucede.
Perdiste el mapa y el territorio ya no es el mismo.
Te has conformado y las palabras se han vaciado
y ahora dicen cosas que nadie entiende aunque aprueben
desencajados.
Qué has hecho, hija, por dónde marchas,
por qué no duermes,
por qué divagas,
por qué te pierdes,
por qué no has vuelto,
por qué no oyes,
por qué no hay paz en tus ojos
que apenas guardan ecos de muerte
que tienta al alma hacia el cadalso.
Hija, nonata.
Hija sin parto, sin llanto, sin tibieza, sin placenta,
sin movimientos, sin respiración, sin ojos abiertos,
sin puños cerrados, sin latidos.
Regresas en sombras y en estertores que se hacen lengua
que no comprendo.
El velo no me permite atravesarlo,
y tú me llamas gimiendo penas que has elegido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario