Hablas de amor sin conocerle.
Condenado estás a la ignorancia.
Incapaz eres de percibir quién eres
no hay sentir que tenga nido en tu desvelo.
Has sido condenado por tus mismas elecciones,
Has sido lapidado por tus mismos juicios,
Te has desangrado de pena sin hallar consuelo,
Te ha desgarrado el dolor más insoportable,
Te has conformado con nada y sientes el peso del vacío
ese, que has provocado, que no ves, que no puedes reconocer,
ni puedes llenar.
Las cuencas de tus ojos te atormenten con enfebrecidos demonios
que vomitan tu lengua y te mantienen vivo.
Tus gemidos apenas alcanzan para deslizar la hiel de tu existencia
mientras te arrastran al Monte Grande donde habitas el nicho.
Tan infeliz como semilla infértil, tan incapaz que ni siquiera puedes
arrastrarte más allá del árbol.
La Diosa del agua te espera para exorcizarte
mientras las palabras que has escrito en aquel libro
siguen pidiendo por ti.
Que cuando despiertes, entiendas.
Condenado estás a la ignorancia.
Incapaz eres de percibir quién eres
no hay sentir que tenga nido en tu desvelo.
Has sido condenado por tus mismas elecciones,
Has sido lapidado por tus mismos juicios,
Te has desangrado de pena sin hallar consuelo,
Te ha desgarrado el dolor más insoportable,
Te has conformado con nada y sientes el peso del vacío
ese, que has provocado, que no ves, que no puedes reconocer,
ni puedes llenar.
Las cuencas de tus ojos te atormenten con enfebrecidos demonios
que vomitan tu lengua y te mantienen vivo.
Tus gemidos apenas alcanzan para deslizar la hiel de tu existencia
mientras te arrastran al Monte Grande donde habitas el nicho.
Tan infeliz como semilla infértil, tan incapaz que ni siquiera puedes
arrastrarte más allá del árbol.
La Diosa del agua te espera para exorcizarte
mientras las palabras que has escrito en aquel libro
siguen pidiendo por ti.
Que cuando despiertes, entiendas.
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