Antonio Zárate supo que estrenaban reencuentro.
Anna Iriarte mantuvo su andar errante,
sin voltear siquiera, apenas envuelta en viva corazonada.
Se reconocieron.
Alfonsina se disfraza de Celestina.
Bajo esa coordenada hecha mesa,
las manos se enlazan.
Brota la palabra, teje, une las miradas.
Beben el vino y el pan, cuajados de luz.
Portillo en cristal para celebrarse
y un autobús tirano para desearse más.
Antonio renacía en la despedia.
Anna ardía en aquellos besos.
Luego, comulgaron, satisfechos o casi.
La Primera Comunión:
vieja opera prima.
Dispuesto está el guion y
el mismo reparto.
No hay éxtasis que pueda repetirse.
Cada vez que se encuentran se van con la misma sensación.
Los siglos actualizan la certeza.
Anna Iriarte mantuvo su andar errante,
sin voltear siquiera, apenas envuelta en viva corazonada.
Se reconocieron.
Alfonsina se disfraza de Celestina.
Bajo esa coordenada hecha mesa,
las manos se enlazan.
Brota la palabra, teje, une las miradas.
Beben el vino y el pan, cuajados de luz.
Portillo en cristal para celebrarse
y un autobús tirano para desearse más.
Antonio renacía en la despedia.
Anna ardía en aquellos besos.
Luego, comulgaron, satisfechos o casi.
La Primera Comunión:
vieja opera prima.
Dispuesto está el guion y
el mismo reparto.
No hay éxtasis que pueda repetirse.
Cada vez que se encuentran se van con la misma sensación.
Los siglos actualizan la certeza.
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