Me sabe la siesta a galería,
a sol pintando los mosaicos,
al calor de tu regazo
y al cepillo con que me peinabas.
A dulce de leche con clavos de olor,
a paila de cobre que sobre el fuego danza.
A sombra del membrillo,
a alfombra de violetas,
a frescura en la tarde de verano,
a pasionaria,
a paisaje desde lo alto,
a la escalera.
Y te veo a vos,
entre los espinillos del fondo,
buscando unas hojitas de menta para el mate
y mostrándome las nuevas flores
que han nacido sin que nadie se ocupara de ellas.
- Se ocupa Dios- me dices.
Y entonces vamos a la Gruta de San Roque,
y me volvés a contar la historia,
y das gracias y rezamos juntas
porque estar viva siempre es un milagro.
Me mirás y te miro,
y en tus ojos celestes me siento segura.
No necesito muchas palabras en ese momento.
Será que las tengo todas bajo el hule de la mesa
de la cocina.
Cada vez que necesito una historia,
voy y la busco.
Y a veces es una historia,
a veces unos versos,
a veces los trazos de tu letra que tanto me gusta.
Leo en voz alta porque me lo pedís,
y tu sonrisa va siendo el ritmo de mi lectura.
Leo como si el segundo fuese eterno,
como si el reloj no siguiera marcando el acento,
como si la siesta no acabara nunca.
Leo y deslizas caramelos en mi bolsillo.
Leo y me sorprendo de nuevo
porque están llenas las líneas
de sensaciones.
Leo en esas hojas sueltas, tu vida.
Leo en cada trozo de papel, tu existencia.
Hasta que llega la tarde
y todo vuelve a su sitio.
Me voy para volver mañana.
a sol pintando los mosaicos,
al calor de tu regazo
y al cepillo con que me peinabas.
A dulce de leche con clavos de olor,
a paila de cobre que sobre el fuego danza.
A sombra del membrillo,
a alfombra de violetas,
a frescura en la tarde de verano,
a pasionaria,
a paisaje desde lo alto,
a la escalera.
Y te veo a vos,
entre los espinillos del fondo,
buscando unas hojitas de menta para el mate
y mostrándome las nuevas flores
que han nacido sin que nadie se ocupara de ellas.
- Se ocupa Dios- me dices.
Y entonces vamos a la Gruta de San Roque,
y me volvés a contar la historia,
y das gracias y rezamos juntas
porque estar viva siempre es un milagro.
Me mirás y te miro,
y en tus ojos celestes me siento segura.
No necesito muchas palabras en ese momento.
Será que las tengo todas bajo el hule de la mesa
de la cocina.
Cada vez que necesito una historia,
voy y la busco.
Y a veces es una historia,
a veces unos versos,
a veces los trazos de tu letra que tanto me gusta.
Leo en voz alta porque me lo pedís,
y tu sonrisa va siendo el ritmo de mi lectura.
Leo como si el segundo fuese eterno,
como si el reloj no siguiera marcando el acento,
como si la siesta no acabara nunca.
Leo y deslizas caramelos en mi bolsillo.
Leo y me sorprendo de nuevo
porque están llenas las líneas
de sensaciones.
Leo en esas hojas sueltas, tu vida.
Leo en cada trozo de papel, tu existencia.
Hasta que llega la tarde
y todo vuelve a su sitio.
Me voy para volver mañana.
Siempre se vuelve a los abuelos, ese puente tendido con los nietos es más sólido que el hormigón. Curioso: me acaban de premiar un poema en Burgos titulado "Abuela con puchero" donde también rindo (¿homenaje?) a mi abuela. Abrazos
ResponderEliminarSiento que mi abuela es parte de mí, imposible no acusar recibo... Abrazos
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