Tiene la siesta ese encanto que me cautiva.
Las calles anchas de mi barrio
donde el sol se instala con belleza.
Y hasta un concierto de ladridos,
que parecen alegren,
que dialogan,
que comparten pausas muy elocuentes.
Y el sinfónico de pájaros
tan divertidos como necesarios.
Pausa a las páginas de un libro,
caminata necesaria,
colchoncito de hojas secas
como alfombra mágica.
La brisa que las envuelve y arremolina.
La sonrisa inevitable:
que a veces una se distrae y se duerme,
que a veces una se distrae y se pierde lo valioso.
Que es día de fiesta y en mi revolución
los hechos son más importantes que las palabras.
Sentir, decir y hacer en comunión, como sellos del pasaporte.
Y un pastelito de dulce de batata que traigo de regreso
para acompañar los mates.
Las calles anchas de mi barrio
donde el sol se instala con belleza.
Y hasta un concierto de ladridos,
que parecen alegren,
que dialogan,
que comparten pausas muy elocuentes.
Y el sinfónico de pájaros
tan divertidos como necesarios.
Pausa a las páginas de un libro,
caminata necesaria,
colchoncito de hojas secas
como alfombra mágica.
La brisa que las envuelve y arremolina.
La sonrisa inevitable:
que a veces una se distrae y se duerme,
que a veces una se distrae y se pierde lo valioso.
Que es día de fiesta y en mi revolución
los hechos son más importantes que las palabras.
Sentir, decir y hacer en comunión, como sellos del pasaporte.
Y un pastelito de dulce de batata que traigo de regreso
para acompañar los mates.
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