Es tan fuerte el ruido del mundo
cuando se despierta
y son insoportables los chirridos
de las almas que han muerto en vida.
Mienten las palabras
y el corazón no encuentra asilo.
¿Cómo confiar en los sonidos
que anuncian la vida
mientras una necrológica
se imprime en la sombra
del primer llanto?
Ensordecen los mandatos,
los legados,
las luces incandescentes
de las constelaciones familiares
que actualizan la herencia.
Negar al otro,
arrancarle la palabra de la boca,
estrangularla,
hacerla trizas con la mirada que invalida.
Incinerar la matriz
con la brasa del cigarrillo
a punto de morir.
Emborrachar de espanto
la queja, los sueños, las ilusiones.
Violentar la piel,
arrancar las uñas de las manos
sin permitir emitir una leve queja.
Pulverizar las costillas, menos una,
con un golpe certero.
Y hacer solo escuchar la voz cantante:
la única que vale.
No sea cosa que aún quede algo por escuchar.
cuando se despierta
y son insoportables los chirridos
de las almas que han muerto en vida.
Mienten las palabras
y el corazón no encuentra asilo.
¿Cómo confiar en los sonidos
que anuncian la vida
mientras una necrológica
se imprime en la sombra
del primer llanto?
Ensordecen los mandatos,
los legados,
las luces incandescentes
de las constelaciones familiares
que actualizan la herencia.
Negar al otro,
arrancarle la palabra de la boca,
estrangularla,
hacerla trizas con la mirada que invalida.
Incinerar la matriz
con la brasa del cigarrillo
a punto de morir.
Emborrachar de espanto
la queja, los sueños, las ilusiones.
Violentar la piel,
arrancar las uñas de las manos
sin permitir emitir una leve queja.
Pulverizar las costillas, menos una,
con un golpe certero.
Y hacer solo escuchar la voz cantante:
la única que vale.
No sea cosa que aún quede algo por escuchar.