Sigo siendo mía,
en los despojos.
Con la guarecida alma
bajo la piel.
A buen resguardo
del odio patriarcal
del título de propiedad
del alambrado
de aquella reja
y aquella puerta
de los candados,
de los cerrojos,
de las llaves que no encontraba.
Mía,
apenas mía,
aunque ya no sea mío este dolor
ni quepan lágrimas en las cuencas
de mis ojos.
No tengo ojos. No. No tengo ojos.
Y es tan infinita mi mirada,
porque esta mirada es mía,
más mía que mi voz
y las voces de todas las que estamos cansadas.
Porque apenas soy una de las visibles,
de las que quemaron en la hoguera,
de las que se puede hablar.
No hablen con pena, no.
Despierten.
Hay una lucha y es por nosotras,
por nuestros hijos,
por nuestras hijas,
y un compromiso:
aprender a ser libres.
en los despojos.
Con la guarecida alma
bajo la piel.
A buen resguardo
del odio patriarcal
del título de propiedad
del alambrado
de aquella reja
y aquella puerta
de los candados,
de los cerrojos,
de las llaves que no encontraba.
Mía,
apenas mía,
aunque ya no sea mío este dolor
ni quepan lágrimas en las cuencas
de mis ojos.
No tengo ojos. No. No tengo ojos.
Y es tan infinita mi mirada,
porque esta mirada es mía,
más mía que mi voz
y las voces de todas las que estamos cansadas.
Porque apenas soy una de las visibles,
de las que quemaron en la hoguera,
de las que se puede hablar.
No hablen con pena, no.
Despierten.
Hay una lucha y es por nosotras,
por nuestros hijos,
por nuestras hijas,
y un compromiso:
aprender a ser libres.
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