Érase un hombre
que jugaba a las escondidas
en laberintos
deshabitados.
Érase la hora
del desatino
del acto impulsivo
del gesto que borra distancias
bajo el amparo
de la certeza inexplicable.
Desplegamos las velas
y en el mar del presente
sembramos faros
en cada costa.
Bitácora de encuentro
hecho profecía
de acantilado.
que jugaba a las escondidas
en laberintos
deshabitados.
Érase la hora
del desatino
del acto impulsivo
del gesto que borra distancias
bajo el amparo
de la certeza inexplicable.
Desplegamos las velas
y en el mar del presente
sembramos faros
en cada costa.
Bitácora de encuentro
hecho profecía
de acantilado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario