Inexplicable apariencia
de un domingo que tiene
cielo vencido.
Bravura del follaje
que da batalla
en un calle desierta
sin pájaros ni cantos sinfónicos.
Silencio...
Pero un silencio
que hace ruido,
que cascabelea
entre sentires parcos
que guardan compostura.
Esparcida la piel
en la telaraña.
Qué hacemos con lo que recibimos
que no sea verlo arder
en la hoguera de las emociones
descalzas
donde son inhumanos los albores
de un fugaz espectro
que firma la misiva.
Bella imperfección
que nos habitas
sacralizando el bosquejo
de una apocalíptica sombra
bautizada con el sabor
de las tinajas en que el vino
se hace hiel
para anunciar la partida.
Recoger las alas
en el portal
hasta que sea el tiempo
del último vuelo.
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