Ese beso último, envuelto,
que se subió a aquel tren y vio alejarse las vías
en un mar de lágrimas disimuladas.
El sweter verde, aguamarina, con peces de colores
escabulléndose en el tejido, casi invisibles,
tornasolados, dispuestos a batirse a duelo
a capa de espada.
Una tarta de chocolate
que se deshacía en tus labios
mientras tú te deshacías en mis ojos
que te devoraban.
Tus pensamientos que respondían a los míos
y cuajaban en besos, de atardecida.
Tu andar inquieto, y mi inquieto andar,
en la cocina,
mientras se cocinaba a fuego lento
el cada día.
Aquella noche en que bebimos de la misma copa
y tus manos entraron en complicidad con mis cabellos.
Tus ganas de acariciarme coincidiendo con mis ganas de
acortar la distancia.
acortar la distancia.
El gel de ducha, con olor a vainilla,
modelando espuma para cubrirnos.
Nuestras sábanas de estreno,
con repuesto habilitado.
Diez ilustradores
en big bang.
Feng Shui entre olivos
en el camino.
"Lo más maravilloso que me ha pasado"
Y un puñado de besos,
de bienvenida al bajar del taxi.
Remover un poco, dejar reposar,
y beber antes de que amanezca.
Uñas de dragón,
suspiros de ninfas,
y lágrimas de yarará chica
para la guarnición:
y la maldición se desvanece
antes de los cien años.
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