Sonrisa perfecta,
alma de ciudad
envuelta en las manos.
Tendenciosa palabra
condensanda, derramada,
que conmueve.
Ojos cerrados
como persianas invisibles.
Herederos somos
del vacío y la nada.
Dibujamos siluetas
mudas
que corporizamos en vestigios de Dios.
No hay coordenadas
en medio del desierto
ni GPS ni estación de peaje.
Hay silencio que no es paz,
hay ausentes y muertos
y una población de voces
que ensordece desde adentro.
No tengo ganas de vivir
a veces.
No tengo ganas de vivir
y vivo.
Te pido perdón, Señor, por eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario