Me siento un muerto en
vida.
Me ahogan sus besos,
sus caricias, sus cuidados,
el lustre del calzado
que cada noche coloca
junto a la cama.
Pierdo noción del tiempo
fuera de la casa.
Sonrío, hago bromas,
vivo, o casi, mientras
trabajo.
El vertiginoso andar
del
tren
vida.
Me ahogan sus besos,
sus caricias, sus cuidados,
el lustre del calzado
que cada noche coloca
junto a la cama.
Pierdo noción del tiempo
fuera de la casa.
Sonrío, hago bromas,
vivo, o casi, mientras
trabajo.
El vertiginoso andar
del
tren
me proyecta,
impacto en el cristal cuando me veo
y llego a mi casa antes de llegar.
No me reconozco. No soy yo, cómo no iba a saberlo.
Y así será hasta el fin.
Y volveré cada día aunque
no quiera:
mi voluntad,
desafortunada.
Un ángel me lo había advertido.
Fui sordo.
Al menos en la pantalla
te encuentro, en viejos charlas que guardé,
por precaución.
¿Precaución?
¿Es que lo sabía yo también?
Vivo mientras releo.
Ella cocina tarareando en la cocina.
Me llama, y muero de a poco.
"-¡Querido, ya está la cena!
Luego saca al perro,
una vuelta a la manzana y
dormirá tranquilo."
Mi mascota es el único que duerme en paz
cada noche.
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