Me habita la dicha.
Mis ojos están cerrados, no duermo.
Apenas respiro.
Tampoco duermes aunque tu cuerpo descanse.
Tus manos son nido que acogen las mías.
Siento el camino.
Todo sigue su curso.
Amasamos el barro de la fundación.
Nuestro goce es íntimo y habla de libertad.
Ignoramos lo que hay más allá de las puertas y las ventanas.
Sólo el viento nos acompaña:
hoy toca concierto a favor del placer, del amor, del erotismo.
No alcanza con suspirar y hacer infinito el letargo.
Deseosa de naufragio olvido los mapas y la brújula,
no hay carta de navegación en el barco:
marinera inexperta sabe llegar a buen puerto.
Basta sumergirse en la humedad de tu boca
para amarrar las caricias en el puerto de tu mirada
donde siempre hay un mundo
estallando en el humus sobre el que duerme la caracola.
Traspasar las cavernas submarinas que logro avistar
desde tu ombligo.
Tal vez sea tiempo de retrasar la entrada al paraíso,
de morder la manzana y compartirla,
de dibujar historias en la pared del rancho,
de estampar ternura en la palma de tu mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario