Arribamos con un contrato previo,
elegimos estar aquí,
escogimos misión,
pactamos libre albedrío
y el velo de nacimiento.
En el parto se activa
la suspensión de la memoria.
Aunque a veces, falla.
Nacer sin velo,
sentir plenamente,
darse cuenta de todo
y no entender nada.
Querer huir cada noche
y no poder hacerlo.
Sentirse atrapada bajo un cielo
cuajado de estrellas.
Hablar sin respuesta.
Pedir a gritos ser recogido.
Volver a casa.
Silencio espectral y profundo
con o sin luna llena.
Mi casa, mi casa...
Asumir lo real,
buscar el modo de hacerlo menos difícil,
rastrear voluntarios,
buscar compañía,
hablar lenguas inconexas,
no poder comunicarse.
Hasta la mirada esperada,
cuajada de mar y de sol.
Saber que la espera precede la caída de su velo.
Saber que el encuentro sucede la caída de su velo.
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