Nada hay en nuestra existencia
que pueda gozar de la misma cadencia,
que dejes las mismas huellas,
que evoque las mismas imágenes,
que aluda a los mismos hechos,
que desate las mismas lágrimas,
que desnude las mismas causas,
que requiera las mismas armas,
que despliegue las mismas estrategias,
que denuncie los mismos golpes,
o que permita volver al mismo sitio.
Hay infinitas oportunidades, sí,
tantas como hagan falta,
admitidas o no,
y necesarias,
para descubrir que no somos víctimas
ni victimarios,
que no somos el blanco de ninguna injusticica
que no hay modo de que siempre seamos nosotros
quienes paguemos las cuentas pendientes.
Nada hay, digo, a menos que nos dispongamos
a naufragar una y otra vez
sin bucear más allá de la costa
y sin quedar detenidos siempre
olvidando el ancla que hemos elegido.
Siempre siento que nunca puedo
decirlo.
que pueda gozar de la misma cadencia,
que dejes las mismas huellas,
que evoque las mismas imágenes,
que aluda a los mismos hechos,
que desate las mismas lágrimas,
que desnude las mismas causas,
que requiera las mismas armas,
que despliegue las mismas estrategias,
que denuncie los mismos golpes,
o que permita volver al mismo sitio.
Hay infinitas oportunidades, sí,
tantas como hagan falta,
admitidas o no,
y necesarias,
para descubrir que no somos víctimas
ni victimarios,
que no somos el blanco de ninguna injusticica
que no hay modo de que siempre seamos nosotros
quienes paguemos las cuentas pendientes.
Nada hay, digo, a menos que nos dispongamos
a naufragar una y otra vez
sin bucear más allá de la costa
y sin quedar detenidos siempre
olvidando el ancla que hemos elegido.
Siempre siento que nunca puedo
decirlo.
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