Huele a podredumbre,
a pantano,
a desolación y a pecado.
Humaredas de azufre
caracolean entre sus dientes.
No es piel la suya si no escamas secas.
No es mirada la suya si no infierno extinguido.
No son manos las suyas si no garfios con sangre ennegrecida.
No es andar el suyo si no reptación mortuoria.
Elige su lugar, ahí mismo, donde descubrió su muerte.
Elige su lugar, ahí mismo, en el Monte Grande que se hace Calvario eterno.
Demasiado horror, demasiado dolor, demasiado espanto.
Ninguna palabra, ninguna verdad, ninguna esencia divina a la vista.
Lo peor del ser ha emergido.
Apocalíptico final sin fin.
Envuelta en oro, incienso y mirra,
asisto espantada a su derrumbe.
Y me alejo.
a pantano,
a desolación y a pecado.
Humaredas de azufre
caracolean entre sus dientes.
No es piel la suya si no escamas secas.
No es mirada la suya si no infierno extinguido.
No son manos las suyas si no garfios con sangre ennegrecida.
No es andar el suyo si no reptación mortuoria.
Elige su lugar, ahí mismo, donde descubrió su muerte.
Elige su lugar, ahí mismo, en el Monte Grande que se hace Calvario eterno.
Demasiado horror, demasiado dolor, demasiado espanto.
Ninguna palabra, ninguna verdad, ninguna esencia divina a la vista.
Lo peor del ser ha emergido.
Apocalíptico final sin fin.
Envuelta en oro, incienso y mirra,
asisto espantada a su derrumbe.
Y me alejo.
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