En una profundidad desnuda
y al descubierto
en la complacencia
de la tristeza disfrazada
de desencanto.
Entre lo manifiesto y lo latente,
saliendo sobreseída del desfalco.
Desde el panóptico instalado
en la copa de los árboles
que están en el fondo del patio,
del patio grande, largo e infinito.
Creo que comí todas las moras
blancas, negras y rosadas.
Era demasiado fuerte la tentación
como para dejar pasar la imagen
de la puerta entreabierta
que mostraba en una mesilla de noche
los libros que mi tío leía cuando se iba a dormir.
Yo tenía que leerlos a todos,
fuese como fuese.
Los leí, a todos.
Uno por uno.
Una sola vez,
eso sí
porque no había tiempo para más
antes de dejarlos en la misma posición
en que habían sido puestos en pausa.
El caso,
colecciones enteras sobre la sexualidad
lo velado
lo oculto
lo omitido
ocupaban su atención.
Cien posiciones
y no acabé de entender
como la unión divina
era posible.
y al descubierto
en la complacencia
de la tristeza disfrazada
de desencanto.
Entre lo manifiesto y lo latente,
saliendo sobreseída del desfalco.
Desde el panóptico instalado
en la copa de los árboles
que están en el fondo del patio,
del patio grande, largo e infinito.
Creo que comí todas las moras
blancas, negras y rosadas.
Era demasiado fuerte la tentación
como para dejar pasar la imagen
de la puerta entreabierta
que mostraba en una mesilla de noche
los libros que mi tío leía cuando se iba a dormir.
Yo tenía que leerlos a todos,
fuese como fuese.
Los leí, a todos.
Uno por uno.
Una sola vez,
eso sí
porque no había tiempo para más
antes de dejarlos en la misma posición
en que habían sido puestos en pausa.
El caso,
colecciones enteras sobre la sexualidad
lo velado
lo oculto
lo omitido
ocupaban su atención.
Cien posiciones
y no acabé de entender
como la unión divina
era posible.
Me encantó ese remate, amiguita. Un abrazo.
ResponderEliminarEs que aún recuerdo la sensación de perplejidad y la pila de libros en su mesilla de noche.
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