que habladores son estos pies andariegos
que no paran,
que dejan huellas,
que suben,
que bajan,
que se guarecen bajo las mantas,
que se escabullen bajos las sábanas,
que se arremolinan entre almohadones,
que se distienden sobre los extremos del sofá,
que se suben a las sillas,
a las banquetas,
a los banquitos,
a las piedras del río,
a los peldaños de la escalera,
a la pirquita de la casa de la abuela,
al tronco del algarrobo,
a la palangana,
a la maceta para alcanzar el broche de la ropa
en el tendedero,
al tarro de pintura,
al cajón de botellas lleno de envases vacíos,
a la vereda,
al tobogán,
a la jardinera del tío Arturo.
Que atrevidos estos pies
que esperan encontrarte panza arriba para descansar en ella.