Sólo cuarenta y ocho horas.
Traería la lluvia una mañana
en que alguien llegaría.
Y una danza en la copa de los árboles.
para caminar en círculo
con la curiosidad desovillada.
Fotografía hostil
donde muere el miedo
de un gigante
y la semilla descansa
en el corazón del surco.
Vaya sonrisa cuando hay otra sonrisa.
Alegría pasajera
en tránsito
para llegar a destino.
Tantas cuarenta y ocho horas
como para completar el calendario.
Una taza con té de limón y miel.
Serendipia
y adivinar todos los diálogos.
Llegó abril
y la sensación es casi la misma.
Al final nunca llegamos al final.
Al final nunca llegamos al final.
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