Cuántas cosas tenemos en común.
La misma sonrisa en las mañanas.
La misma ilusión antes del primer mate.
Los mismos pasos dejando huellas en la casa.
La misma alegría vestida de estreno.
El mismo placer por el silencio que solo habitan
mis plantas y tus animales.
El mismo mapa en dos líneas de tiempo.
La única urgencia, mi ducha.
En vos, abrir la puerta.
Y esa sensación de quietud que sólo existe
ante de que el despertador suene.
Tal vez por eso, despertarse antes
sea parte de los placeres
Citadino o montesco,
pero bajo el mismo cielo,
bajo la misma piel,
y con la misma certeza
que prescinde del ruido.