Terminal

Hay una sola muerte
que no tiene nombre
y lo conquista todo.
En la penumbra,
profunda la pena
bajo la corteza del árbol.
Siento compasión
por el follaje
que espera
reflejarse
en el agua que quedará
después de esta lluvia.
Instante que preludia
el charco.
Marca el dolor
cada recoveco
entre lágrimas
sin corazón.
Estalla en una agonía
nominada
que mancha el santuario
donde se venerará
una cabellera inerte.
Escribo en tu lápida
la partitura del silencio.

Luminosidad

Curioso y singular.
He vuelto de una cruzada funesta.
No ha muerto el dragón ni ha sido vencido el caballero.
No ha habido sangre.
Ni siquiera el estertor mortuorio necesario.
Una desgracia, sí, con precedentes.
Ha sido el sendero,
apenas una huella donde era fácil perderse.
Un ascenso en horas oscuras,
la atrevida ilusión de llegar a la cima
en dominios de incertidumbre.
Acaso es posible imaginar
un destierro
tras la victoria
de una piel encendida.
Fuerzas ocultas
desnudan intenciones
en simiente.
Quién podría culpar del crimen
al inocente.
En cada vericueto de la sombra
había pistas
que llevarían a ninguna parte.
El secreto está en el atlas
de las nubes. 

Certeza

Incomparable el placer que inauguran los sentidos
cuando llega desde la cocina,
el mensaje.
El horno a punto de parir disfrute.
Avena y miel
para el alumbramiento
de un sábado
con sabor a alegría.
Celebración de la verdad
en un cuerpo
felizmente amado.

Roca

Sagrado templo
albergando sedimentos
de memoria y silencio.
Serenidad vacía
modelada con viento, lluvia, fuego.
Ausencia de compasión,
de despertar,
de latido.
Es tu existencia un umbral
incapaz de permitir acceso.
Sin embargo,
ahora,
los sedimentos se rebelan
y estallan los minerales
de la memoria.
Incapaz el grito
de huir de las sombras
para marcar soberanía.
Sordo paisaje
que hace invisible
el encuentro.
Susurros, cansinos,
amodarzados.