En mi ciudad, las luces conviven:
no importa que seas estrella o farola
Hay tantas iglesias como putas,
y ambas siguen siendo necesarias.
Cada cuadra tiene su señal.
Las calles son las únicas soberanas.
Las plazas no alcanzan a ser escenarios.
Amo la peatonal, y a ellos, a los dos,
hombre y mujer, que cantan por las mañanas
y nos regalan ese momento único de pausa elegida.
El arpa baila en esas manos.
El bombo cuenta historias de hace tiempo.
Xilofón de cañas -gigante- convoca al festejo.
Las calles, el incendio de los días,
las voces que pregonan y denuncian carencias.
Los enojos, la prisa, el atropello,
la sonrisa, las miradas
la espera eterna de cada instante.
Los pagos, las compras,
los taxis, los bancos,
las oficinas,
las tiendas,
TODAS MIS LIBRERÍAS JUNTAS.
La Cañada que se reinventa
y legitima su cauce, invisible, a veces.